lunes, 13 de febrero de 2012

NO CUALQUIER UVA

Si el brindis se reserva solo para los protagonistas, Argentina es seguro que sostiene una de esas copas. Hoy con un copioso volumen de producción que en el 2011 superó el millón de quintales métricos es reconocido en el mundo como excelsa productora de ese bacanal elixir.

Los dedicados sacerdotes misioneros nunca visionaron que la necesidad del insumo para uno de sus ritos llegaría a ser parte de la marca país al cabo de unos cientos de años. A mitad del siglo XVI, una horqueta de industrias vitivinícolas entre Mendoza y San Juan logra transformar la aridez por defecto, en fértiles tierras de viñas. La uva y la producción de vino se volvieron motor del desarrollo de esas zonas en origen, pero allí no se terminó el racimo; surcó camino hacia el sur, rumbo a la Provincia de Buenos Aires, y de ella al mundo.

Argentina se conjugó en francés y asiló al Malbec en Mendoza, tomo las riendas en los top 10 de productores de Vino del mundo y desde entonces nunca ha dejado de luchar por mantener esa ubicación.

Ha sido difícil olvidar las épocas de oro de los años 70, donde el consumo en el mercado interno alcanzaba los guarismos de 80 litros per cápita, pero eso no resignó a la arrabalera sureña, quien buscó en destinos externos lo que la cerveza le robaba en casa propia. Los últimos datos manejan un volumen de salida de vino autorizado para el consumo interno en el entorno de los 9 millones de hectolitros, cabeza a cabeza en el comparativo mensual con el año anterior.

La apertura al mundo le exigió a la vid argentina un esfuerzo mayor para ponerse en los mismos escalones de los mejores, el Instituto Nacional de Vitivinicultura tomó esa bandera y lideró la incorporación de tecnología y de pautas de cultivos internacionales, dándole al vino del corte y la quebrada, un respaldo técnico total como producto de excelencia mundial.

En los últimos años, este producto tan sensible, se ha hecho eco de las más variadas teorías acerca de cuál es su real circunstancia; algunas voces opinan que se está sobre-exportando vino a granel lo que no se podrá mantener a largo plazo y solo será la causa del desgaste en la calidad y en los precios. Para otros, esta estrategia solo es un cambio de rumbo hacia rentas mayores. Mientras tanto en EEUU, uno de los mayores destinos de exportación de los vinos argentinos, hace ya tiempo conviven en las mismas góndolas vinos similares con precios duplicados, siendo la única diferencia la forma en la que fueron exportados.

Para no pecar de expertos nos acodamos a la barra de los números. El Instituto Nacional de Vitivinicultura publicó los datos de exportación global de vinos y allí encontramos los guarismos fieles que comparan el comportamiento entre 2010 y 2011. En el primer año referido, la cifra fue de 2.513.942 hectolitros mientras que el 2011 llegaba al terminar Noviembre a sumarizar 2.821.681.

La fermentación estuvo muy lejos de hacer perder la conciencia y logró unir en el 2004 a varios actores del sector vitivinícola argentino para diseñar y comenzar a concretar el Plan Estratégico 2020, su clave se asienta en la mixtura de varias políticas supervisadas para una proyección sostenida. Según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria el programa “ha sido diseñado para crear valor a través de la organización e integración de los actores de la cadena, la producción de vinos con mayor calidad y consistencia, el desarrollo de la capacidad exportadora y de negociación, la penetración de mercados y la fidelización de clientes y consumidores”.

Cuál será la luz al final del camino todavía no sabe, mientras eso suceda auguramos la mejor y más rentable de las cepas, para un negocio que fue, y siempre será, símbolo de vida.




Fuente: URUNET-URUNET, en base a datos de Aduana

martes, 17 de enero de 2012

El VINO: UN CAMINO PARA LOS 5 SENTIDOS

Dicen que el hábito de estallar las copas en el brindis sucede para darle al vino la práctica del quinto sentido, el oído; ya que posee a los otros cuatro de forma innata en su degustación.

Este líquido bacanal ha sido clave de admiración de muchos, y sustancia del comercio mundial desde los orígenes de los tiempos.

Ha acompañado a la historia durante una longeva línea del tiempo, hay registros de su consumo que datan del año 5400 a C.

Su cosecha se ha extendido por los mapas enramando geografías a través del globo con el clima como su único opositor.

De la extensión de viñas del mundo, un 71 % es usado para la producción de vino, un 27 % para consumo de la fruta fresca y un 2 % como frutos secos.

Aún así, la uva nos ha sorprendido como uno de los commodities más relevantes de las últimos dos siglos. A las tinas de vino cuyo imaginario se sellaba con el chianti italiano o con el cava español se han colado también otros paralelos no tan meridianos; Estados Unidos, Sudáfrica, Chile, Argentina, Francia, Nueva Zelanda, y la incorporación reciente de la novísima China, han creado un juego mucho más reñido, un mercado de equilibrio de mayor riesgo y resultados menos acotados a las proyecciones estadísticas y más permeados por variables exógenas.

En 1999 la Unión Europea crea la OCM (Organización Común del mercado Vitivinícola). Con un presupuesto anual de mil millones de euros, su objetivo era alcanzar un mayor equilibrio entre la oferta y la demanda en el mercado comunitario, así como mejorar a largo plazo la competitividad en el sector.

Surgían así medidas como el marco de apoyo oficial para promocionar los vinos comunitarios en mercados de terceros países o la subvención a las actividades de reconversión varietal, reimplatación de viñedos o la mejora de las técnicas de gestión.

La comunidad contribuía con hasta un 75 % de los costes de reestructuración.

Los seguros de cosecha, las mutualidades, y la ayuda para las inversiones en infraestructura nacían como herramientas nuevas a ser utilizadas por el sector.

Hoy, ya a varios años de su concreción, sigue en tela de juicio si estas medidas de regulación han sido lo necesario y suficiente para reducir los excedentes, y si le han permitido al sector aggiornarse a los mercados internacionales.

La inserción cada vez más fuerte de los nuevos mercantes, con vinos de una excelente relación calidad precio, le plantea a Europa un gran desafío en el tema; seguir apostando a lo clásico y exclusivo no parece ser la solución al momento.

Debido a la normas de OCM, en 2010 se reduce la superficie de viñedo en el mundo, Europa arranca sus cepas para adaptarse a las nuevas disposiciones pero no encuentra un rumbo seguro en los resultados. Si bien el consumo de vino en 2010 se mantiene estable, el flujo del comercio del mismo aumenta, no hay aversión a la diversidad y los intercambios se mantienen en crecimiento.

El problema en 2010 y 2011 radicó en la baja de las superficies cosechadas. España, Francia e Italita bajaron considerablemente su superficie plantada, Argentina, Chile y USA la mantienen, pero Brasil, China y Nueva Zelanda aumentan considerablemente la misma.

Por lo anterior, que el número total sea estable no vela que las realidades para el sector sean muy diferentes si hablamos de Europa o del resto del mundo.

Luego de la cosecha, el comercio. Donde ésta primera fue escasa para la demanda en el último tiempo. Así al principio de la campaña de 2011 los precios del kilo de uva se elevaban casi al doble de la campaña anterior, oscilando en los 30 céntimos.

El comercio global del vino en 2010 se situaba en 90 millones de hectolitros, un 6.7 % por encima del año anterior. Italia llevaba los laureles a mayor exportador, comercializando el 22% del guarismo total, unos 20.6 millones de hectolitros.

Todavía hoy no hay datos cerrados del 2011, pero en Noviembre pasado la OIV adelantaba que la superficie mundial del vino seguía experimentando un retroceso que podría alcanzar los 60 millones de hectáreas, ese aspecto negativo no afectaba aún al indicador producción que se mantenía estable en una horquilla de estimación que iba de los 264 a los 275 millones de hectolitros.

Hoy existe un riesgo real de que se estén desarrollando dos mercados diferentes; el del vino como commodity, vendido a granel y el del vino embotellado. “El 40 % de los vinos hoy se consumen fuera del país de origen de su producción”, fue lo que afirmó el director general de la Organización de la Viña y el Vino (OIV), Federico Castelluci.

Esto sigue dibujando los mismos problemas en los últimos ejercicios, la transición de adecuación que impuso la OCM todavía necesita andar para saber que frutos traerá a futuro. La crisis caprichosa que no quiere ceder deja a Europa en un estado de muchas dudas y el sector vitivinícola no escapa a ellas.

Los países incipientes que gozan de la buena suerte del principiante pero necesitan capitalizar con planes a futuro sus éxitos presentes, y un mercado que se huele en mil aromas confusos y puja por dar un gusto acorde a las necesidades del nuevo catador.